Admiro los surcos,
que se dibujan en tu cara,
cada hendidura,
revela que el tiempo no pasa en vano.
Te veo en ella, en este, en aquel.
Plenos de sabiduría,
en el ocaso de sus vidas,
los miro sin distinción de razas.
La vejez,
tu vejez,
mi vejez.
¿Quién puede hacerle contra al paso de los años?
Tu juventud se destiñe.
Es la piel que delata.
Admiro los surcos,
que se dibujan en tus manos,
cada hendidura,
revela que has labrado la tierra.
Te veo en este, ella o aquel.
Pasos lentos,
en el ocaso de sus vidas,
los contemplo y me fascinan sus razas.
Mi vejez,
Tu vejez,
La vejez.